Como seguramente sabréis por experiencia, la elección de la temperatura de confort del hogar está sujeta a una importante dosis de subjetividad. Tener calor o tener frío es una cuestión muy personal. Incluso, cambiante para una misma persona. Por ejemplo, hay ocasiones en que llegamos a casa destemplados o estamos acatarrados y deseamos un ambiente más caldeado.
En todo caso, dado que vivo en una zona fría (un pueblo de montaña a 1.100 metros de altura) y en una vivienda unifamiliar, os presentaré cuatro ideas, relacionadas con la cantidad de calor requerida en la casa, que nos han servido para limitar el gasto de calefacción. Ahí van…
1. A cada estancia, el calor justo
La cantidad de calor que necesitamos no es la misma en todas las estancias de nuestra vivienda. Por eso, lo ideal es aportar a cada espacio el calor adecuado, en vez de tener la misma temperatura en toda la casa. En nuestro caso tenemos:
- Estancias sin calefactar, en las que no solemos permanecer mucho tiempo, como un sótano o un trastero.
- Estancias frescas, que mantenemos habitualmente entre los 15 y 17°C, como los dormitorios o los pasillos.
- Estancias con un nivel intermedio de calor, como la cocina, donde desarrollamos un cierto nivel de actividad física que hace que nuestras necesidades de climatización sean moderadas. Aquí nuestro nivel de confort invernal está en torno a 17-18 °C.
- Estancias algo más calientes, que son aquellas en las que permanecemos habitualmente sentados, sin realizar ejercicio, como el salón-comedor. Cuando las utilizamos, mantenemos la temperatura entre 18 y 20°C.
2. La regla de las tres capas o de la bata
Si en un cierto momento algún miembro del hogar tiene frío y desea más calor en una estancia determinada, no hay problema… siempre que cumpla la regla de las tres capas: hay que llevar encima tres capas de ropa… o, mejor aún, una buena bata de invierno.
3. Las mantas
La estancia en la que necesitamos más calor es el salón, ya que es el lugar en el que tenemos menos actividad física (normalmente estamos en el sofá o en el sillón leyendo o viendo la tele). En estos lugares nosotros tenemos siempre unas mantas (tipo manta de viaje) que resultan muy confortables… y reducen las necesidades de calefacción un par de grados.
La estancia en la que necesitamos más calor es el salón, ya que es el lugar en el que tenemos menos actividad física (normalmente estamos en el sofá o en el sillón leyendo o viendo la tele). En estos lugares nosotros tenemos siempre unas mantas (tipo manta de viaje) que resultan muy confortables… y reducen las necesidades de calefacción un par de grados.
4. Apaga y vámonos
Si no vamos a estar en casa o si vamos a ocupar únicamente una o dos estancias, la calefacción se regula a 15 °C en las estancias sin uso. Y de noche, también. De esta forma el consumo es menor que si se deja de forma continua a una determinada temperatura (ver post ¿apagar y encender la calefacción o dejarla a una temperatura constante?).
Para acabar: más no es siempre mejor
El Observatorio de Salud y Cambio Climático nos recuerda que temperaturas superiores a los 21°C “no sólo no aportan ningún beneficio, sino que pueden ser perjudiciales por la sequedad del ambiente interior, que provoca molestias faríngeas, oculares e incluso irritaciones dérmicas”.
Y rematan el argumento con una observación no menos importante: “Además de ser perjudiciales para ti y tu familia, lo son para el planeta, porque suponen un derroche de energía y un aumento de emisiones contaminantes innecesario”.